¿Por qué nos ponemos de mal humor cuando tenemos hambre? La ciencia responde

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mal humor cuando tenemos hambre
Foto. Dan 7Kidz

Recientemente, una amiga me contaba sobre el viaje que hizo con su pareja a Japón. Después de hablar sobre los paisajes hermosos que visitaron surgió la pregunta inevitable: ¿se pelearon durante el viaje? Su respuesta fue una que resonó fuertemente conmigo: “Sí, por la comida. Me pongo de muy mal humor cuando tengo hambre, pero mi pareja puede pasar horas caminando sin probar bocado”.

De inmediato tuve un flashback a un viaje que hice con mi mamá y mi hermana donde, de la misma forma, las veces que terminábamos discutiendo eran siempre por la comida: que si ya era tarde y no habíamos comido, que porque no decidíamos a qué restaurante ir o si terminábamos desesperadas sentándonos en el primer lugar que veíamos (el cual, generalmente, resultaba bastante malo).

¿Por qué nos ponemos de mal humor cuando tenemos hambre?

Obviamente podemos atribuirlo a fenómenos físicos como el rugir de panza o los retortijones en los intestinos que sentimos. O a la fatiga cuando se nos baja el azúcar, pero, según la ciencia, también hay factores psicológicos que nos hacen sentir de mal humor cuando tenemos hambre, fenómeno que en inglés se conoce como hangry, un término que surge de la unión de las palabras hungry (hambriento) y angry (enojado).

Un nuevo estudio llevado a cabo por la Universidad de Carolina del Norte –y publicado por la Asociación Americana de Psicología– puso en evidencia que hay dos cosas que fomentan el mal humor por hambre: el contexto y la conciencia sobre nosotros mismos.

Entre el hambre y el enojo

«Cuando te da hambre no comienzas a arremeter contra el universo», explicó la profesora Kristen Lindquist, coautora del estudio. «Todos hemos sentido hambre, reconocemos ese sentimiento desagradable como hambre, nos comemos un sándwich y nos sentimos mejor. Encontramos que el estar hangry ocurre cuando sientes un malestar debido al hambre, pero interpretas esos sentimientos como emociones fuertes hacia otras personas o sobre la situación en la que te encuentras».

Imagina que llevas todo el día trabajando, no tuviste tiempo de almorzar y, además, cuando llegas a casa alguien se comió tu última rebanada de pizza. Probablemente el enojo que sientes no es solo porque no has comido, sino por todos los demás factores que se suman en ese momento.

La otra cara de la moneda

Según Jennifer MacCormack, líder el estudio, no solo los factores externos pueden afectarnos para pasar de tener hambre a sentir enojo. El nivel de conciencia emocional de las personas también importa. Las personas que son más conscientes de que su hambre se manifiesta como una emoción son menos propensas a volverse hangry.

«Un comercial muy conocido dijo una vez, ‘No eres tú cuando tienes hambre’, pero nuestros datos insinúan que simplemente dando un paso atrás en la situación actual y reconociendo cómo te sientes, puedes ser tú incluso cuando tienes hambre», señaló MacCormack.

Así que la próxima vez que sientas ganas de llorar y desquitarte con alguien porque mueres de hambre, tómate un minuto para analizar la situación, inhala, exhala… ¡y come algo!

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