Si crees que Hanna Baker estaba exagerando estás pensando desde el ángulo equivocado

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Para ser una persona que vive en internet, parece que de vez en cuando ignoro ciertos temas y no me entero de ellos, pero, claro, era imposible no enterarme de 13 Reasons Why porque estaba en todos lados.

En la serie, Hannah Baker tiene 17 años y ver algunos de sus “ridículos” problemas adolescentes me hizo sonreír. Ya sabes, esa risa que te echas cuando te sientes identificada. Recordé una tarde en específico en la que estaba acostada llorando en mi cuarto porque una de mis amigas había revelado un secreto mío y se lo había contado ­–EL HORROR– ¡A SU MAMÁ! Mi hermana Fabiola acariciaba mi pelo mientras me decía “Te prometo que aunque hoy se siente como el fin del mundo, el día de mañana todo esto te va a dar risa”. Sentí tanta esperanza como ganas de golpearla en la cara (te quiero, sis).

En mi historia, Rosy Pérez (o sea yo) tenía 14 años y estudiaba el segundo año de secundaria en una escuela privada. En casa no había problemas económicos, siempre me habían caído muy bien mis compañeros de generación y no tenía problema alguno para interactuar con ellos (todavía no soy tan pretenciosa como para asegurar que ellos sentían lo mismo por mi). Quizá lo único extraño en mi vida fue que de primero a segundo de secundaria había subido veinte kilos, pero tampoco era tan raro porque soy de herencia gorda (¡y ahora orgullosa!).

Justo ese año de secundaria reprobé cinco de las ocho materias que impartían. En mi familia siempre nos reímos de eso, soy el punto de comparación. Si no te va como me fue a mí, ¡SOBREVIVISTE LA SECUNDARIA! Pero el otro día me quedé pensando en eso: ¿qué hice todas esas tardes en vez de estudiar? ¿Resolví el hambre mundial? ¿Crecí a mis hijos? Y de pronto vino a mi mente mi actividad favorita durante esa época: acostarme en las losetas rosadas de mi cuarto, todavía con el uniforme puesto, con los ojos cerrados y un solo pensamiento: “Me gustaría poder desaparecer por unos minutos”.

Estaba deprimida.

Hanna Baker
Foto. Netflix

Según la Organización Mundial de la Salud “La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración”.

Cuando años después aprendí a identificar los síntomas me di cuenta que los había sentido antes. Estaba deprimida cuando tenía 14 años y nunca pedí ayuda. Nunca nadie lo supo porque yo misma no lo sabía. Yo no tenía “razones” como Hannah y no hubiera podido llenar un solo cassette sobre lo mal que me iba en la vida, porque a pesar de ser una persona con tendencia a la depresión, lo que me ha mantenido a flote es que nací con mucho amor a la vida. Eso impidió que tomara decisiones drásticas en los momentos en los que esos fantasmas me decían “¡No eres suficiente! ¡Nunca vas a lograr nada! ¡Estás fea! ¡Estás gorda!”. Me permitió saber que esa no era yo, sino que era mi depresión hablando, ese horrible fantasma que si no se trata se hace cada vez más grande, como una niebla que cada día toma una parte nueva de tu vida, hasta que ya es imposible salir de ahí.

Mi última depresión la tuve hace un par de años y me acuerdo que entre lágrimas le dije a mi psicólogo “Debo ser muy estúpida para tener una vida tan privilegiada y estar otra vez así”. A lo que él me respondió: “La depresión es una enfermedad, Rosy. No tienes que justificarla, esto no es tu culpa”.

Hablar con los especialistas, aprender del tema y dejar de pensar que simplemente estaba  “loca” cambió mi vida. Entender que tendría que procurar mi salud mental como quien en en un día frío se pone un suéter para no terminar con catarro, me salvó. No sólo me hizo ver la vida de otra manera, sino que permitió conocer la felicidad.

«Hablar con los especialistas, aprender del tema y dejar de pensar que simplemente estaba ‘loca’ cambió mi vida»

Quizás lo más importante para llevarnos de 13 Reasons Why es preguntarnos qué estamos haciendo mal como sociedad para que los adolescentes deprimidos no se acercan a pedir ayuda. Hacemos del tema algo tan tabú que incluso yo, una mujer de casi 29 años, dudé mientras escribía estas líneas pensando “¿Será que leer de esto cambie la perspectiva que alguien tiene de mí?”.

Como alguien que ha padecido depresión, leer los juicios que rondan las redes sociales en los que son rápidos para descalificar el suicidio de una chica de 17 años duelen. Pensar que les parece más sencillo descalificarla que empatizar es fuerte, y me hace entender completamente por qué la gente es tan silenciosa respecto a los problemas de salud mental.

Si te parece que lo que me estaba pasando a mí o lo que le pasó a Hanna Baker no era TAN terrible, lo estás pensando desde el ángulo equivocado. El cerebro de una persona deprimida no juzga de la misma forma que el de una persona sana, la realidad es que así como ella, tampoco yo puedo convencerte ni explicarte cómo me sentía, pero puede decirte que sé que era válido y era real.

De acuerdo con cifras de la OMS, actualmente hay aproximadamente 300 millones de personas en el mundo que sufren de depresión. Saca tus cuentas y lo más probable es que alguien muy cercano a ti la haya padecido.

Hanna Baker
Foto. Netflix

La depresión es una enfermedad muy particular, en nadie se presenta igual, por eso tengo la convicción de que contar exactamente los caminos que he recorrido resulta innecesario, porque no creo que lo que me funcionó tenga que funcionarle a todos. Al reconocer la singularidad de mi historia reconozco la singularidad de la de los demás. No hay razones, motivos, ni excusas para la depresión. ¿Te desgastarías justificando cualquier otra enfermedad que padecieras?

Es real que sí hay patrones conductuales que pueden ayudarnos a todos: dormir el tiempo suficiente, comer sano, hacernos adictos a las endorfinas del ejercicio, pero es igual de cierto que los aspectos emocionales que nos duelen y nos motivan son distintos. Quizás las únicas palabras de apoyo emocional que puedo dar en estos temas son: ten paciencia contigo, encuentra a alguien que sepa escuchar y busca ayuda (en la terapia, en los libros, en una clase de yoga, como quieras, escoge tú la modalidad). Desde aquí te promete una persona con tendencia a la depresión que, aunque siempre tendrás que estar pendiente de tu salud mental, con trabajo, paciencia y mucha ayuda, lograrás descubrir –tan cliché como suene– que la felicidad, más que instantes, realmente puede volverse un estilo de vida.

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