Lo que nuestros papás nos enseñaron mal (o no nos enseñaron) sobre sexo

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Mi papás me enseñaron muchas cosas, entre ellas a ser independiente, cómo tomar mis propias decisiones y responsabilizarme de mis acciones, pero jamás me hablaron de sexo. Sí, sí me dieron la plática sobre de dónde viene los bebés y me advirtieron que eventualmente entraría al club de la menstruación, algo que les agradezco profundamente considerando que tengo amigas que pensaron que se estaban desangrando por dentro cuando tuvieron su menarquia, pero no me explicaron lo que son las enfermedades de transmisión sexual o los anticonceptivos y jamás me llevaron con algún ginecólogo que pudiera responder a las dudas que ellos no querían ni imaginar que su hija adolescente podría tener.

La escuela tampoco ayudó, ya que bajo sus lineamientos católicos los argumentos de la educación sexual eran cosas como “tomar anticonceptivos es abortar”, “el sexo es pecado” o “ningún hombre va a querer casarse contigo si no eres virgen”. Siempre desde la culpa y el yugo de pensar que tu valor como mujer está intrínsecamente ligado a tu virginidad.

Pienso que tanto mis papás como la escuela a la que asistí se preocuparon más por asegurarse de que no tuviera relaciones, que por enseñarme qué hacer cuando tomara la decisión de meterme en la cama con alguien. Así que yo, como muchas otras jóvenes, simplemente me conformé con cruzar los dedos para que mis parejas sexuales fueran lo suficientemente responsables y compraran condones. No siempre era el caso y en mi inmadurez y desinformación tuve sexo sin protección o utilizando esos “métodos naturales” que a más de una chica de mi generación le costaron un embarazo.

Y es que aunque se quiera tapar el dedo con un sol, la realidad es que en México el 63% de las mujeres inicia su vida sexual entre los 15 y los 29 años de edad. De ese porcentaje el 29.2% comienza antes de los 19 años.

Pero la cifra verdaderamente alarmante no es esa, sino que el 49.9% NO utiliza NINGÚN método anticonceptivo en su primera vez, lo que significa que en nuestro país una de cada dos mujeres no se protege al iniciar su vida sexual, según el documento “Estadísticas a propósito del Día Internacional de la Juventud (15 a 29 años)” publicado en agosto de 2016 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

De acuerdo con un artículo publicado por El Universal en mayo de 2016, en nuestro país todos los días dan a luz aproximadamente 1000 mujeres menores de 19 años. Además, según México Social, el grupo de jóvenes de 16 a 24 años es el de “mayor incidencia anual de Infecciones de Transmisión Sexual, con niveles muy superiores a los registrados para el total de la población”. Y esto no se debe necesariamente a la desinformación. Vamos, muchos saben que existen métodos para cuidarse, pero no tienen acceso a ellos o sienten que no los necesitan por aquella utopía del «a mí no me va a pasar», pero pasa.

Aún así a muchos papás les sigue dando “penita” hablar de sexo con sus hijos o siguen regañándolos si encuentran un paquete de condones entre sus pertenencias.

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Recuerdo que cuando estaba en la prepa tenía una amiga canadiense a la que su mamá, que era enfermera, le compraba pastillas anticonceptivas. “El día que vayas a tener relaciones sexuales seguramente no me lo vas a contar, pero cuando decidas hacerlo ya sabes cómo cuidarte y cuáles son las consecuencias”, le había dicho. Y contrario a lo que muchos podrían pensar, eso no fomentó que mi amiga tuviera relaciones con cuanto hombre se le pusiera enfrente o que pensara en sexo 24/7, sino que simplemente le ayudó a tomar decisiones mejor informadas.

Por eso quiero pensar que si llego a tener hijos les enseñaré a ser responsables con su sexualidad. No voy a educarlos con base en el miedo, sino en la comprensión de las consecuencias. Que sepan que tanto hombres como mujeres comparten responsabilidad al tener relaciones y que no debe de darles vergüenza pedir unos condones en la farmacia o asistir a una consulta con un ginecólogo. Digamos que al final del día prefiero que las preguntas me las hagan a mí y no a Google.

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