5 preguntas que debes hacerte antes de renunciar a tu trabajo

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“Nunca te rindas” es una de esas frases motivacionales que todos repetimos. De lo que no hablamos tanto es de su opuesto, la necesidad de aprender a dejar ir las cosas que ya no están funcionando, desde creencias hasta relaciones e incluso trabajos.

Cuando decidí mudarme a la Ciudad de México renuncié a dos trabajos que me gustaban, pero que no quería seguir haciendo para siempre; eso me permitió comenzar una carrera como redactora y editora web, algo que estaba muy lejos de mi alcance cuando vivía en Mérida. Cuatro años después, regresó la necesidad de aprender más, de tomar retos, de crecer un poquito. Además, me sentía un poco inconforme ya con la empresa y el ambiente de trabajo. Entonces, otra vez, le dije adiós a un puesto que ya no era para mí . En ambas ocasiones lo hice sin tener otra oferta de trabajo, pero no sin un plan.

El cambio da mucho miedo y cuando involucramos al dinero en la ecuación es fácil paralizarse y quedarse en malas situaciones laborales con tal de no vivir en la incertidumbre, pero a veces las mejores cosas vienen de tomar riesgos.

Aquí claro que tengo que decir que, aunque sea divertido tener esas fantasías, no estoy recomendando que nadie tenga un momento cinematográfico de esos en los que el personaje grita “¡Renuncio!” y jamás mira atrás.  Como buena persona que ama las listas, lo que recomiendo es tomar la decisión tanto con la cabeza como con el corazón y estar preparadas para lo que pueda venir.

Por eso, hablando de listas, aquí 5 preguntas que te puedes hacer para saber si ya es momento de dejar tu trabajo actual:

1. ¿Te emociona ir a la oficina?

Sí, ya sé, son muy pocas las personas que reaccionan a su despertador con una sonrisa de oreja a oreja, pero si ningún proyecto, evento o junta te estimula, si todo el día estás pensando en lo que harás cuando llegues a tu casa o si de plano a veces ni siquiera te levantas, es momento de reflexionar.

2. ¿Cómo es tu relación con tus jefes y compañeros?

Los trabajos no se tratan solo de cumplir con ciertas tareas, mucho de nuestro día también tiene que ser invertido en socializar con nuestro equipo. Para mí, si esas relaciones se enturbian los otros aspectos del empleo también sufren. Si no tienes buena química con las personas que ves todos los días y eso está afectando tu productividad y tu humor, es válido pensar en irte.

3. ¿Sabes qué otra cosa te gustaría hacer?

Aunque sin duda no es imposible, sí es más difícil decir adiós a un trabajo cuando no sabemos qué otro puesto quisiéramos tener. Si ya tienes una idea clara, investiga y pregunta a personas que trabajen en esa empresa o industria para saber más sobre las oportunidades que existen. Networking es una palabra horrible, pero la verdad es que funciona.

4. ¿Sabes qué es lo que quieres y lo que NO quieres?

Cuando ya no queremos estar en una situación laboral nos comienza a molestar todo: desde cómo se suena la nariz nuestra compañera de al lado hasta las políticas de viáticos de la compañía. Por eso, es importante que hagas un análisis más racional y decidas qué te gustaría buscar en tu nuevo empleo y qué cosas no aceptarías. Por ejemplo, ¿buscas tiempo completo o un horario más flexible?, ¿cuánto es lo mínimo que aceptarías ganar?, ¿qué prestaciones son indispensables para ti?

Responder a estas preguntas te permitirá hacer una búsqueda más enfocada, no una en la que tomes la primera oferta que te pongan enfrente. La meta no debe ser obtener cualquier otro trabajo, sino uno que sea bueno para ti.

5. ¿Tienes un plan?

Después de las listas, mi segunda cosa favorita son los planes. Renunciar puede generar mucho estrés, además de problemas de dinero e incluso conflictos con la familia. Hazte las cosas más fáciles y prepárate: calcula tus gastos fijos y genera una meta de ahorro, habla con tu familia, roomies o pareja para saber si podrían apoyarte y cómo lo harían, infórmate sobre el mercado laboral en tu industria, piensa cómo usarás tu nuevo tiempo libre  y considera cuál es el peor escenario posible para decidir si estarías dispuesta a pasar por él. Por ejemplo, es posible que necesites mudarte con tus papás para no pagar renta o que tengas que hacer trabajos eventuales con un pago menor al que antes recibías.

La respuesta a la incomodidad en el trabajo no siempre es renunciar. Si no quieres pasar por la búsqueda de un nuevo empleo, puedes hablar con tu jefe y pedir ser parte de proyectos distintos, hacer un cambio en tu actitud interna o incluso comenzar actividades más satisfactorias en tu tiempo libre, porque “hacer lo que amas” no siempre puede traducirse en “ganar dinero haciendo lo que amas”. A veces un trabajo es sólo un trabajo, no una pasión, pero eso no significa que tengamos que ser infelices por más de ocho horas al día.

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